jueves, 29 de junio de 2017

LA MOSCA

La Mosca es un remake realizado en 1986 de un filme con mismo título de 1958. El original es un clásico del cine fantástico muy olvidado en la actualidad. El que nos ocupa se ha convertido con méritos propios en el nuevo referente, superando al original en muchos aspectos. En su momento fue un éxito de crítica y también de público y lanzó a la fama a un desconocido Jeff Goldblum. Siendo, para muchos, merecedor de un Oscar por su papel. No se yo si es para tanto, pero es cierto que el actor esta genial en su interpretación. Aunque también es verdad que gran parte de ella sucede bajo todo el complicado maquillaje que tiene que soportar la mayor parte del metraje.


El actor  interpreta a un científico solitario absorbido por sus trabajos y encerrado en su mundo sin apenas contactos con el exterior. De forma casual conoce a una periodista (Geena Davis), con la que cometerá la imprudencia de mostrarle sus avances en el campo del tele-transporte. A partir de aquí el científico se atreverá a probar su experimento consigo mismo, después de una prueba exitosa que le hará pensar que todo esta conseguido.
Justo en el momento de tele-transportarse se cuela en la cabina una mosca. Ambos genes, humanos y de insecto, se mezclan y aunque aparentemente el tele-transporte tiene éxito, pronto descubrirán que no ha sido así.



La película muestra esa transición, de hombre a mosca, por etapas. Desde la euforia inicial, debido al buen estado de forma en el que se encuentra el científico, pasando por la obsesión, locura, miedo, e ira. Acompañado de un cambio físico destructivo y mortal, en el que el personaje vivirá la desintegración de su cuerpo y como su yo humano va desapareciendo sin posibilidad de vuelta atrás.



La película es tremendamente dura en su apartado visual, sin miedo a mostrar todas las imágenes más escabrosas y asquerosas que alguien puede imaginar en este contexto. No en balde, es una película de David Cronemberg. Aquí es donde la película juega su mejor baza y nos muestra su gran mérito. Pues consigue transmitir esa desazón, nerviosismo, repugnancia y miedo al espectador.


Un asombros maquillaje, asombroso porque lo fue y porque hoy en día sigue estando a la altura de las circunstancias. Es decir, los años han tratado muy bien la película y se puede ver perfectamente.


La periodista, conocedora de su secreto, representa al espectador en la película. Compartiendo con él su sorpresa, temor, compasión y angustia con la metamorfosis del científico. Al mismo tiempo que el hombre desaparece, sus sentimientos hacia él irán degenerando también. Provocando confusión,  miedo y pánico, sobretodo al descubrir que esta embarazada de él.

Una segunda parte, como suele ocurrir, menos acertada y sobretodo sin el factor sorpresa, se estrenaría en 1989 (La Mosca II), aunque sin tanta repercusión.
Una gran película, menos recordada de lo que merece y que debería estar mucho más considerada dentro del cine de culto de los ochenta y si no me creen, solo tienen que verla.


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